martes, 3 de marzo de 2009

Crónica de una Aventura Obsesiva

x Frizlang
Fecha: 27-28 de febrero del 2009
Lugar: Lima, entre las 2200 y las 0700 horas
Reportando para el club, el demonio Asmodeo.

Era la penúltima noche de febrero, y acababa de regresar a mi cuarto, cuando tocaron a mi puerta. Se trataba de Tótem y Fantasma, la vanguardia del club de los obsesivos, que traían un trago para rememorar viejas épocas. Estuvimos charlando como viejos veteranos hasta que, en la tele, escuchamos nuestro grito de batalla: “No me invitaste a tu casa, pero igual he venido. Y he venido ¡para que seas mi mujer!”. Fue entonces que proclamamos oficialmente iniciada la cacería. Una vez más, la venganza sería mi motivación principal. Salimos, sin un plan de lucha, pero intuyendo que los primeros rayos solares cubrirían nuestros restos de gloria imperecedera.

Luego de un extenso recorrido de reconocimiento por diversos puntos estratégicos, Fantasma logró capturar a dos incautas fanáticas de Iron Maiden, a quienes procedimos de inmediato a llenar de alcohol y cigarrillos, mientras evaluábamos el lugar más indicado para nuestras operaciones bélicas. De ese modo, terminamos ingresando subrepticiamente en el Directorio, pero nuestro destino final sería el Yakana. En ese lugar, en el fragor de nuestro ingreso, una rubia en la barra provocó mi furia, con un coqueteo descarado y etéreas palabras de amor. Fuera de mí, pero manteniendo el control de mis impulsos asesinos, gracias a la experiencia que me dan decenas de años de perturbación, retorné a nuestra trinchera, y expuse ante el Comando Conjunto mi operativo relámpago extremista, consistente en penetrar el área enemiga, romper el bloque de amigas y afanadores de la rubia, establecer contacto directo y no negociar con el imperialismo.

Tras muchas cavilaciones y torpezas, logré ingresar a la base enemiga y establecer contacto verbal, pero la rubia (se llamaba Susy, como la ex congresista) exigió una condición para bailar: que le invitara del vino que estaba tomando. Fue entonces que comprendí que la lucha sería prolongada (y costosa). Dado que contábamos únicamente con provisiones y municiones para una guerrilla focalizada de baja intensidad, retorné al comando obsesivo, y la estrategia se reorientó al sometimiento ideológico y moral de nuestras rehenes, para su ulterior ejecución en nuestra base secreta: la mansión Fantasma.

Considerando que éramos tres obsesivos para dos rehenes, el camarada Tótem decidió inmolarse por los muchachos, pero Dios no se lo permitió. Primero, envió dos voluminosas agentes de la CIA a quebrar su voluntad. Fue inútil resistir, y Tótem estuvo atrapado en un fuego cruzado de caderas. Cuando creíamos haberlo perdido, logró recuperar terreno, avanzando temerariamente contra las filas enemigas, hasta lograr reducir con su internacionalmente famosa mirada obsesiva a una doble espía, indudablemente enviada por Dios para liquidarnos a todos. Esto puedo corroborarlo hoy, al momento de escribir el reporte de esa aciaga, aunque memorable noche, puesto que inaugura una nueva temporada de obsesiones.

Solo me resta añadir, para el registro comparado de las remembranzas de guerra, que en el último momento nuestras rehenes huyeron, al ser Tótem descubierto, por una de ellas, en un feroz combate cuerpo a cuerpo con la espía enemiga en el pasadizo de los baños. ¡Que Dios y la historia lo juzguen!. El caso es que la guerra no ha terminado. Sabemos que aún quedan muchas batallas pendientes, y que la paz es un eufemismo de la palabra tregua.

Con el nuevo día, retomamos el camino de regreso, caminando desde la plaza San Martín hasta la Plaza de La Bandera, como un monstruo de tres cabezas, con los bolsillos vacíos y los corazones llenos hasta el tope de burbujeante obsesión. La carcajada de Dios resonó en el espacio infinito. Y en medio de la niebla, resonaron nuestras risas.

Frizlang - Asmodeo